A medida que crece la demanda de espacios interiores saludables, los nuevos edificios darán cada vez más prioridad al bienestar de los ocupantes, mientras que las estructuras existentes se someterán a un retrofit para cumplir estos estándares. Características como el confort térmico, una calidad del aire interior saludable, el confort acústico y una iluminación óptima adquirirán cada vez más relevancia. Los sensores de alta calidad que miden y monitorean estos parámetros estarán en todas partes.
El confort térmico es una de las razones fundamentales por las que tenemos edificios. Desempeña un papel importante en el modo en que experimentamos los espacios en los que vivimos y trabajamos. Hay seis variables principales que contribuyen al confort térmico de un ocupante: la temperatura de bulbo seco, la temperatura radiante, la humedad relativa, la velocidad del aire, el índice metabólico y la ropa (60). Las primeras cuatro variables pueden controlarse mediante sistemas de HVAC para proporcionar a los ocupantes un ambiente saludable y confortable. No obstante, en la actualidad muchos edificios no controlan todavía estas cuatro variables de forma adecuada.
Una IAQ óptima favorece la salud, el bienestar y la productividad. Esta se ve influenciada por la respiración de los ocupantes (CO2, patógenos), los contaminantes exteriores (partículas sólidas, gases nocivos), las emisiones interiores (compuestos orgánicos volátiles) y las emisiones de los cimientos (radón). La ventilación eficaz y la filtración avanzada resultan esenciales, si bien muchos edificios siguen dependiendo de la apertura manual de ventanas, lo que resulta ineficiente para la calidad del aire y el uso de energía.
El confort acústico es un factor fundamental a la hora de crear entornos construidos productivos y satisfactorios, dado que los ruidos interiores y exteriores indeseados pueden perturbar el trabajo y la relajación. El ruido externo se ha vinculado con riesgos para la salud como hipertensión, infarto y diabetes, al tiempo que incrementa la irritación (61). En interiores, el ruido de los equipos electrónicos, los sistemas de HVAC y los ocupantes puede reducir la concentración y la productividad (61). A fin de abordar estos retos, la mitigación del ruido exterior, la gestión de fuentes de ruido internas y el uso de materiales de aislamiento acústico pueden mejorar el confort acústico.
Una iluminación óptima garantiza el confort visual y reduce problemas como la vista cansada, los dolores de cabeza y las pérdidas de productividad. Más allá de los beneficios visuales, la luz afecta considerablemente a la fisiología regulando el ritmo circadiano, el cual controla el nivel de alerta, la digestión y el sueño. Una iluminación inadecuada puede perturbar este ritmo, derivando en trastornos del sueño y mayores riesgos de problemas de salud como obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Para abordar esta situación, cada vez más edificios adoptan iluminación circadiana, control del deslumbramiento, sombreado automatizado, atenuación y optimización de la luz diurna (61).
El bienestar de los ocupantes también puede abarcar otros factores distintos a estos factores ambientales, como la purificación del agua potable, la promoción de hábitos alimenticios saludables, la promoción de la actividad física, o el respaldo de la salud mental y emocional a través del diseño del edificio. Muchos de estos aspectos se abordan en certificaciones de edificio saludable en la actualidad, como la certificación WELL.
Asimismo, las regulaciones incorporan cada vez más requisitos en materia de un ambiente interior saludable. Por ejemplo, la Directiva relativa a la eficiencia energética de los edificios revisada (DEEE) obliga a que los nuevos edificios no residenciales de cero emisiones, así como aquellos que se sometan a renovaciones importantes, cuando sea posible, incluyan sistemas de medición y control para monitorear y controlar la IAQ (28).